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Hacia 1943 debutó en Madrid, en el famoso café de San Millán, que estaba situado frente al Mercado de la Cebada, donde se formó tal alboroto de público seguidor del valdepeñero, que tuvieron que llamar a los guardias a caballo para controlar al personal, ansioso por escuchar canciones que le hicieron famoso, entre otras, como: Romance de la reina Mercedes, Zambra de mi soledad y especialmente Doce Cascabeles que, en 1953, fue la canción que más recaudó en concepto de derechos de autor, que, hablando con su sobrino Demetrio, hay algún listo…, que está cobrando dichos derechos de autor.
El manchego de Valdepeñas, Tomás de Antequera, no sólo triunfó por su voz tan singular, también le ayudó mucho su vestuario, sus chaquetillas, que se diseñaba y cosía el mismo, junto a los “crótalos”, que eran una especie de pequeños platillos metálicos, que se ajustaba a los dedos, que daban un sonido muy particular, que llenaban sus canciones de encanto, dejando absortos a sus admiradores, que en los años 50 eran legión.
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