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La historia de la música es caprichosa. Realza determinados nombres que en su momento pasaron casi inadvertidos con escasas grabaciones y oscurece hasta el más intenso negro otros que en su momento gozaron de cierta popularidad y dejaron un legado amplio.
A este segundo grupo pertenece María Dolores.
A pesar de poseer su discografía completa, la única mención biográfica la encontramos en el número 10 de la revista Fonorama, publicado en diciembre de 1964. Allí nos enteramos que es andaluza, que reside habitualmente en Barcelona, que ha vivido anteriormente en Paris, donde tiene familia, y que es inminente la aparición de su primer EP en el que cantará en español y francés, si bien se considera española hasta la médula.
¡Faltaría más!
Disco variado de vocación comercial, o mejor dicho, de aprovechamiento comercial pues está basado en éxitos anteriores de otros artistas. La pista principal es una balada inmensa de Domenico Modugno con la que María Dolores suena correcta y un tanto acomplejada. Los Sirex habían conseguido un buen impacto con su graciosa “Que se mueran los feos”, aquí cambiada de género y pasada por el tamiz orquestal.
La cantante hace una lectura pizpireta y graciosilla. Otro de los éxitos anuales fue el “Aline” de Cristophe, un tema romántico que en la voz de María Dolores queda un tanto banalizada y con mucha menos carga dramática que en el original.
Completa el redondo una cumbia bullanguera interpretada con unos ciertos dejes cañís. En fin, un disquito típico de sello pequeño que intenta recoger las migajas de grandes triunfos ajenos.
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